Estamos atravesando una era en la cual el centro de nuestra atención comienza a girar en torno a temas esenciales como el medio ambiente, la diversidad, la redefinición de los gobiernos corporativos y la importancia de la sustentabilidad.
Y ello en todos los aspectos de nuestra vida, desde temas cotidianos, pasando por nuevas formas de entender y encaminar nuestras empresas, como así también a nivel macro en una nueva visión global, que se hizo mucho más patente luego de la pandemia por la que atraviesa toda la humanidad. Hoy nuestra realidad está tomando otra dimensión, y el sector vitivinícola no es ajeno a estos nuevos paradigmas por los que nos encontramos transitando.
Asimismo, hemos comenzado a escuchar temas como inclusión financiera e instrumentos de financiamiento con impacto, todo lo cual se encuentra vinculado muy fuertemente con nuestra industria vitivinícola, que se desarrolla a través de todos los estratos: desde el uso de agua y la tierra, la importancia del rol de las personas que trabajan en las labores culturales e industriales, pasando por los procesos de elaboración y comercialización y distribución, cada uno con sus impactos ambientales y sociales.
Quien hubiera pensado, décadas atrás, que la problemática del agua iba a ser tan real, que la importancia del impacto social de la inversión es ahora un aspecto esencial en cualquier transacción internacional de venta de productos, que la vuelta a lo auténtico y el rol de la mujer iban a estar en el centro de atención, decisión y debate. Que la inclusión financiera en todos los niveles sea uno de los grandes desafíos a resolver y al cual nos enfrentamos como sociedad.
Así las cosas, el mercado de capitales tanto en la Argentina como a nivel global ha comenzado a transitar un camino en el cual la importancia de las emisiones de títulos etiquetados como verdes, sociales o sostenibles es el eje actual de análisis, estructuración y decisión de emisión y de inversión. Nuestro país incorporó los lineamientos de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) de Naciones Unidas en los reglamentos dictados por la Comisión Nacional de Valores y por Bolsas y Mercados de Argentina – BYMA, creando un panel diferenciado para aquellas empresas y Estado que puedan acreditar la trazabilidad de los fondos obtenidos de la colocación en los mercados, para el cumplimiento de fines ambientales, sociales o sostenibles previamente.
Así, la industria vitivinícola mendocina comenzó a transitar dicho camino con la Federación de Cooperativas Vitivinícolas de Mendoza, FECOVITA, la cual a fines de 2020 logró que se financiara a través de la emisión del primer valor de deuda fiduciaria con impacto social a tasa cero, donde el destino de los fondos obtenidos de inversores en el mercado de capitales se vinculó con cada uno los productores rurales de las cooperativas asociadas, valorizando la inclusión financiera y el fortalecimiento de cada pyme agrícola. Hoy lista en Bolsas y Mercado de Argentina (BYMA), dentro del panel de bonos verdes, sociales y sostenibles.
Queda mucho por hacer
Entre los temas aún pendientes figura la protección del agua como recurso esencial para nuestro desarrollo, sobre todo en provincias como Mendoza, en la cual recurso hídrico es escaso. Hoy en el mundo entre los bonos temáticos, ya se habla de los bonos azules, aquellos cuya finalidad está dirigida a la obtención de financiamiento para proteger el recurso hídrico en todos sus aspectos, desde el agua de nuestros océanos y glaciares, llegando hasta el mejor uso del agua para nuestros cultivos y consumo personal.
Otro punto esencial es el fortalecimiento de la inclusión de la mujer rural, que siguiendo los lineamientos de ONU Women son agentes clave para conseguir los cambios económicos, ambientales y sociales necesarios para el desarrollo sostenible. Debemos seguir trabajando firme para que tengan acceso al crédito, la asistencia sanitaria y la educación, algunos de los tantos retos a los que nos enfrentamos y debemos asumir la responsabilidad de trabajar para mejorar tales situaciones, que no solo es fundamental para el bienestar de las personas, familias y comunidades rurales, sino también para la productividad económica general.
No debemos dejar de lado la importancia de seguir avanzando en el fortalecimiento de los gobiernos corporativos, que la industria vitivinícola lentamente va incorporando a la mujer dentro de las estructuras pymes familiares y en cargos de dirección. Debemos seguir creando conciencia de la importancia de la educación financiera en todos los niveles de la sociedad, la asociatividad como mecanismo para la mejor consecución de fines comunes y la trascendencia que tienen nuestras decisiones diarias en nuestro medio ambiente y sociedad, cómo así también en el desarrollo sostenible de nuestra industria vitivinícola, en un mundo que hoy ya se encuentra transitando una nueva era de cambios del cual todos somos protagonistas.
*La autora es abogada – Master Empresario Universidad Austral e integrante de AMUVA.
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